Bendita locura (III)

De manera esquemática la última parte del reto puede resumirse así: Álex trazando una línea que va de poniente a levante. Y los comandos de apoyo entrando de sur a norte, o de norte a sur para acompañarle un tramo hasta el siguiente relevo.

control medico

Chequeo médico. Aunque parezca imposible todo en orden

Afronta esta etapa tras haber superado el control médico. Empieza la traca final con el Club de la Zubia, que le acompaña los primeros ocho kilómetros. Después, tras un inquietante tramo a solas en el que Álex se pierde y acaba entre matojos, por fin llega a los cortijos de Echeverría. Allí le esperaban Frasco y Fernando. El Negro había acumulado cierto retraso al extraviarse y el Comando Kaldera, que para entonces ya iba camino del refugio Poqueira, reestima la hora a la que llegarían Fernando y Álex al refugio de la Caldera.

Blog_366 Progresión del Comando Kaldera en su camino hacia el refugio

Frasco se prestó a llevar su mochila un rato. Fernando tenía la dura tarea de acompañarle hasta la Piedra de los Ladrones, el tramo más alpino y peligroso de la prueba. Se deshace el trío y Frasco vuelve al coche. Tiene unas cuantas tareas por delante, entre otras cosas comprar habas tiernas para amenizar la espera en Albodoluy.

Las cosas pintaban bien. Incluso podría decirse que los astros se habían alineado. Había luna llena ─detalle que no era casual─ y el tiempo era excelente. Las temperaturas no eran muy bajas y el viento nulo. El Negro iba con la mejor compañía posible en su segunda noche. Fernando es un experto montañero, un tipo que tiene recursos para las situaciones más comprometidas. Alguien en quien confiar. Sobra decir que está más fuerte que el vinagre.

Era el compañero perfecto para el tramo más comprometido donde, además del sueño y cansancio acumulados, un mal resbalón podía costarte la vida. Fernando se ocuparía, con pericia y paciencia, de que Álex llegase sano y salvo al refugio de la Caldera. Iba siempre unos metros por delante. Aconsejando. Abriendo huella. Alentando.

«Vamos Álex. Mira las luces. Allí nos están esperando con una sopa calentita. Venga, que vas muy bien». Y Álex caminaba como un autómata, sacando fuerzas no se sabe de dónde. Con la garganta reventada. Se le cerraban los párpados. Un paso. Otro paso. El reto. Tantas veces imaginado. Ahí estaba. Sufriendo. Disfrutando.

Desde la posición del Comando Kaldera teníamos otra perspectiva. Dos lucecitas, a juego con la luna, se movían lentamente.

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Álex y Fernando llegando a la Caldera: Una visión que me sacudió hasta los cimientos

«Pues aquí está el muy cabrón». «¡Vaya!» Son las cuatro de la mañana. Y este es el cuadro: Cuatro tipos salen de una cabaña de piedra a dar la bienvenida a otros dos tíos locos que van caminando de noche por la sierra en pleno invierno.

Un rato antes el peliculero crepitar del walkie-talkie rompió la tensa espera. Era Fernando, informando que estaban cerca. Me desperté sobresaltado. Que sí. Que esto es de verdad. Que no estás en tu cama. Ni en el cine. Estás aquí, a tres mil metros, a punto de entrar en acción. Que Álex va en serio, convéncete de una vez.

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El disciplinado Comando Kaldera

Habíamos llegado a media noche. Excepto Vicky, que no dejaba de sonreír, los demás estábamos un poco para el arrastre. Subir de un tirón desde el nivel del mar a tres mil metros tiene su peaje. Pensé, incluso, en darme la vuelta. Ya vería como volvía a Almería. Por delante quedaban las cumbres más altas de la península y peligrosos descensos por hielo. Había que estar fino. No valía ir a medio gas.

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Bajadas de este pelaje son las que teníamos por delante

Las tres horas de sueño y la comida caliente me hicieron cambiar de opinión. Así que cuando salimos a recibir a los dos perlas que bajaban la pala de nieve helada, tenía la fuerza y el ánimo necesario como para cumplir con mi pequeño reto dentro del gran reto. Era una pieza más del puzle que formábamos todos los que de una manera u otra echábamos una mano a Álex. Y me había propuesto encajar.

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Preparando algo caliente para los dos héroes

Álex llevaba 44 horas sin parar. El plan decía que en la Caldera echaría una cabezadita. Con la garganta rota no paraba de hablar. Entre todos tratábamos de que se callase. «Álex, tío, ¿por qué no te callas? ─le espeta David muy serio, en plan rey Juan Carlos─. Tómate la sopa que te hemos hecho. Que te va a sentar bien». «Pero tío, si no digo nada ─vocea el Negro, supurando adrenalina─ es que cuando hemos subido por aquella pala…». Y David, con una paciencia infinita vuelve a la carga. «La sopa Álex, abrígate».

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Por fin la bestia se calma un ratito

Sale el sol. Fundimos nieve para hacer un buen té que nos ponga las pilas. Empezamos a subir el Mulhacén. Resulta una jornada memorable. Con un tiempo excelso y la nieve en su punto. Un equipo perfectamente engrasado. Progresamos a buen ritmo, dosificando las reservas de alimento y líquido, tal y como Jesús nos había recomendado.

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Álex tiene ánimo y fuerzas para hacer videos y fotos como esta

Nos acercamos a nuestro destino. Oscurece y baja la temperatura. La noche es testigo del relevo de comandos. En la Piedra de los Ladrones, ateridos y cansados, intercambiamos palabras e impresiones con el siguiente grupo que entra en acción. ¿Podrá la tercera noche consecutiva sin dormir con los sueños del Negro? Diego, Javi y Víctor, acompañan al «bicho» las siguientes ocho horas, y van a luchar para que esto no sea así.

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En la Piedra de los Ladrones. Relevo de comandos

Cuando llegan a la Ragua el comando Kaldera está en el quinto sueño. La siguiente unidad, compuesta por Paco, Curro y Tote, se prepara para debutar. Llevan horas esperando en una furgoneta. Con los ojos puestos en el collado por que deben aparecer unos frontales. Parecen unos detectives esperando al sospechoso.

Jesús vuelve a aparecer en escena. En su furgo se lleva a Javi; Víctor y Diego se meten en sus furgonetas. Quedan sesenta kilómetros. Lo imposible comienza a vislumbrarse.

ultimo tramo 2

Un paso, otro paso…

Amanece el 8 de marzo, día que será histórico. Álex sigue en pie. Este tío es una roca. Un paso, otro paso. Luchando contra sí mismo. Devorando pedregales. Caminando la cuerda de Sierra Nevada. Y al fondo la bahía de Almería. Este es el paraíso deportivo al que se refiere el Negro.

Empieza el desfile de furgos hacia Alboloduy. Van llegando los grupos de apoyo. Se comentan incidencias, anécdotas. Frasco aparece con un palé de cervezas y varias bolsas de habas. Las cajas de comida aportadas por Lamarca, esperan a ser abiertas.

Van llegando noticias dispersas. Acumula un poco de retraso. En Tices, a 23 kilómetros de la gloria, se le unen un montón de amigos que no dejan de animarle.

Y por fin parece que está cerca. Vamos hacia la entrada del pueblo. Muchos nos quedamos en el puente que cruza la rambla. Los más viejos del lugar han visto avenidas tremebundas. Y también sequías desmadradas. Pero nunca vieron a alguien que hiciese esta barbaridad que está a punto de concretarse.

Todos estamos nerviosos, expectantes. Contentos de haber aportado nuestro granito de arena. Deseando que Álex llegue. Yo sigo flipando: lo va a conseguir.

llegada alex

Llegando a Alboloduy. Lo imposible se puede hacer

Por fin, a las cinco de la tarde, aparece un tipo caminando con dos bastones. Camiseta roja. Rostro de sufrimiento. Un paso. Otro paso. Se encienden los aplausos. Sentidos. De admiración. De gratitud por haber montado este lío. Se deshace en lágrimas mientras se funde en un abrazo con Mar, su chica.

llorando

Con Mar. Por fin llegó.

Ha ganado. Hemos ganado. Bendita locura.

foto juli

Aquí estamos. Para lo que sea.

 

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