Pirineos (notas) V y definitiva

5. Daguerrotipos

Varios episodios suplantaron la ascensión al Possets. El rescate de un lirón careto, los paseos al azar por valles marginales que siempre terminaban por desembocar en el Estós, la constatación de que la marta, las comadrejas y los armiños nos tomaban el pelo, el esplendor absoluto de un ibón cristalino que, inesperadamente, apareció en el bosque, y la sorprendente desaparición de un río.

La primera mañana la niebla envolvía el refugio y no parecía razonable ascender una montaña desconocida desde cuya cumbre no veríamos nada. Caminamos bien abrigados hasta el collado que marcaba la divisoria de aguas. Allí terminaba el valle de Estós y continuaba la senda hasta el refugio de Biadós. Disfrutamos del frío y del silencio y comenzamos la lenta prospección, errática y en ocasiones solitaria, de charcas en busca de anfibios.

Nada más placentero que tocar el agua helada en pleno mes de agosto. Nada más estimulante que perder de vista la silueta de los compañeros y creerse perdido.

La segunda mañana nos distrajimos con el rescate de la madre lirón del pequeño lirón. Atento a cualquier atisbo de vida animal, Gerardo no tardó en detectar movimiento en la fachada sur del refugio. Por allí un pequeño lirón aterido chillaba pidiendo ayuda. Mamá no tardó en llegar y engancharle por el cuello. Con pericia lo fue arrastrando muro arriba hasta que en un mal paso el pequeño cayó al abismo. Entonces pudimos acariciarlo para después colocarlo en una zona segura.

Inesperadamente se amplió la lista de especies. Ver aquí video del rescate.

De vuelta al coche nos topamos con un reguero de mierdas recientes que confirmaban la presencia de mustélidos. Así que por aquí estaban, danzando por el sendero y marcando el camino a su antojo. Contrastaba la densidad de excrementos con el paupérrimo balance de avistamientos nocturnos. Con una noche más en el refugio las probabilidades de éxito eran muy altas; nos lo apuntamos para la siguiente.

Al poco el valle nos ofrece otra de sus joyas, el ibón Chico de Batisielles. Es un lugar en el que la tranquilidad te invade. Las quietas aguas, heladas, reciben un visitante inesperado. Gerardo se zambulle y las ondas se expanden hasta chocar con los juncos de la orilla. El bosque ahoga el murmullo de las brazadas y al fondo se erigen los picos que dan la coartada perfecta para certificar que el paraje es de ensueño.

Queremos rematar el viaje con un paseo por el Forau de Aiguallut, una sima por la cual desaparecen las aguas procedentes del glaciar del Aneto para resurgir nuevamente en superficie en la Val de Arán. Además, el oso ronda por la zona. Es una ruta fácil, con mucha afluencia de público. Una parte del sendero es común con el que lleva a la Renclusa, refugio que da cobijo a los que van a subir al Aneto.

Las aguas, antes de desaparecer, serpentean por una pradera muy apta para pasar un agradable día en familia. Después, tumultuosas, se despeñan por una cascada y se amansan en una dolina por donde se filtran hasta aflorar en otra cuenca.

¿Quién iba a decir a esas impetuosas aguas, bramando en la cascada, que su voz se apagaría pocos segundos después? La vida es cambio.

Se impone el retorno al hogar familiar. Hacemos noche en un camping y Gerardo no desaprovecha su último paseo nocturno. Han sido unos días fabulosos, inmersos en la naturaleza, contemplándola, oliéndola. ¿Seguirías un mes más por aquí? Sin duda. ¿Y la familia, y tus hijos, tu mujer? Con ganas de verlos, tengo ganas de volver y abrazarlos. ¿Entonces? Todo no puede ser y la prioridad está fuera de toda cuestión.

La vida, el universo, lo que sea, nos dará nuevas oportunidades. Habrá que aprovecharlas.

2 comentarios sobre “Pirineos (notas) V y definitiva”

  1. Estos relatos con los Pirineos como escenario me han resultado muy entrañables. He tenido la suerte de vivir varios años en Plan, Valle de Chistau.

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