Seguir escribiendo

Empecé a leer uno de los libros de la estantería reservada para las novedades literarias, el lugar que ocupan durante un tiempo antes de encontrar su posición definitiva de acuerdo al apellido del autor. Últimamente leo poco. Últimamente se refiere a los dos últimos años, casi la edad de Julia. La crianza se llevó por delante buenas costumbres, como el squash, el deporte en general, la lectura, el cine, el Clasijazz, el club de montaña…, en fin, que os voy a contar a los que ya habéis pasado por el trance o estáis en ello.

Las primeras páginas del libro escogido, un ensayo de Murakami titulado De qué hablo cuando hablo de escribir, me hacen ver que quizás algunas cosas se puedan retomar y otras nunca se perdieron.

Tomé el libro apresuradamente, cargado con las bolsas de la basura, la de los pañales, la de las cosas para reciclar, la mochila y diversos enseres que de alguna manera voy colgando en los dedos que me sobran (hasta que un día se me rompa uno). Son la seis de la mañana y aprovecho para ir a la montaña. Si se me da bien, llego a comer. Como dice un buen amigo mío, es más fácil pedir perdón que pedir permiso, aunque en este caso cuento con los parabienes de mi mujer, lo que es un aliciente enorme para ir tranquilo.

La autovía, como era previsible, está vacía. En Abla encuentro un bar en el que me dan un café y una tostada. El paisanaje es interesante. Un escogido círculo de jubilados, entre copichuelas de anís del mono y coñac, debate sobre el mejor abono para los olivos. Depende del suelo, dicen unos, el nitrato, asegura otro. Estiércol de caballo y punto, sentencia un  tercero. Fuera, otros contertulios fuman como perros, hablando de caza y de la sequía que se avecina. De vez en cuando alguien pide un café negro como el alquitrán y le recuerda al camarero el ingrediente esencial: ¡échale un chorrito eh! ¡dale alegría!

El desayuno ibérico, el de los machotes ibéricos de verdad, es una especie de prolongación de la tertulia de la noche anterior. No sé cómo coño nos han nombrado el país más saludable del mundo.

Me pongo en marcha tras este baño cultural y folclórico. Me espera la cumbre del Buitre.

Cumplo con mi primer objetivo. Sin llegar al infarto culmino en un buen tiempo la subida. El segundo consiste en bajar sin pegarme un ostión por el sendero (¿?¿!) de piedras sueltas. Uno, con la edad, a medida que la vida le da collejas, va conformándose con premios menores que, en el fondo, son sumamente gratificantes. Por fin llego al coche, sin tirones, sin rasguños, con cierta dignidad, con sed.

Allí me espera Murakami. Tomo asiento debajo de un pino. El silencio es absoluto. Es una de las características de Sierra Nevada: más allá de las áreas recreativas y de los pueblos no hay nadie. Los pocos montañeros que nos da por visitar estas cumbres somos un puñado de excéntricos que rara vez se cruza. Escucho a los carboneros. Una piña que estalla por el calor. El leve murmullo de la brisa acariciando las copas de los pinos. Un moscardón que acude ante el pedazo de materia orgánica (yo) que invade sus dominios.

Leo.

En silencio.

Después de subir una montaña

¿Qué más se puede pedir?

El primer capítulo del ensayo me lleva a escribir este post. Murakami habla de lo fácil que es ser escritor. No requiere estudios previos, ni grandes inversiones en equipación o instrumentos, ni siquiera mucho tiempo. Lo realmente difícil es mantenerse en la escritura. Eso dice Murkami y a mi esa reflexión me lleva a otras.

De todo lo que arrasó la crianza y esta situación atípica de dedicarse a la investigación científica con un salario que demasiadas veces es cero, hay dos cosas que se salvaron. Una es el contacto con la naturaleza, especialmente la montaña, sin el cual me es muy difícil mantenerme cuerdo. De forma discontinua y escasa he podido subir algunas cumbres y respirar aire fresco. La frecuencia con la que voy al monte, tipo dosis homeopática, me ha llevado saborear y exprimir cada una de estas salidas al máximo, apreciado matices que antes pasaba por alto. Hay toda una miríada de detalles que enriquecen cada excursión.

La otra es la escritura la cual, definitivamente, no está ligada ni a la publicación ni mucho menos al éxito. Se escribe por necesidad, por satisfacción, y cuando eso es así, resulta relativamente sencillo perdurar en la escritura.

Al tiempo que voy retomando aficiones sepultadas bajo montañas de pañales y horas de insomnio, recupero el contacto con los amigos, también ellos arrasados por el tsunami de esta forma de vivir tan apresurada y catabólica. Todos me preguntan antes o después ¿sigues escribiendo?, dando razón a Murakami, en el sentido de que lo normal es que una tarea que necesita recogimiento, continuidad, la cabeza despejada y lecturas para alimentar la cartera de ideas, el estilo o simplemente tener más perspectiva, quede relegada y sepultada.

Sigo, sigo, respondo, y según mi estado de ánimo o lo apresurado de la conversación me explayo más o menos. Sigo con mi blog, nutrido con una cadencia mucho menor que antes, colaboro con otros blogs, como el del Foro de la Economía del Agua o Naukas. Tengo en la cabeza y en papel, en distinto grado de desarrollo, hasta cuatro libros. Uno a falta de una revisión profunda, mi querida Teoría del Limbo, que tiene un nuevo título. Un conjunto de relatos, de los que habré escrito la mitad. El tercero es un ensayo apenas esbozado, con algún capítulo a medio escribir. Por último, un libro sobre la extraordinaria vida de un tipo que se dedicó a buscar felinos por todo el planeta y logró ver el 75% de las especies. Hoy, también bajo montañas de mocos, deberes, papillas y dando bandazos entre columpios y toboganes, espera su oportunidad para encontrar el 25% restante.

Así que sí, amigos, sigo escribiendo. Igual que vosotros seguís respirando.

6 comentarios sobre “Seguir escribiendo”

  1. Gracias Jaime por tus relatos. Siempre dejo lo que estoy haciendo para leerte. Sí, sigo leyéndote. Y ojalá pueda seguir tomado estas ‘pildoras de satisfaccion’. A ver si lo hago en una de tus montañas con tu buena compañia. Habra mucho de lo que hablar.

    1. Gracias Sergio, la conversación y el paseo serían sumamente interesantes. Pongámosle fecha, como dice mi buen amigo Juan Carlos Gazia

  2. Jaime, que píldoras nos dejas 🙂

    Me he pasado al cuento, el relato corto y la literatura infantil. Por no hablar de los relatos de Giani Rodari…
    No sé si lo conoces, este año descubrí un libro maravilloso, compatible 100% con la crianza y otras actividades. Esta lleno de inquietudes compartidas y es de una belleza inmensa. Si tienes opción, hazte con él. Es este:

    https://laslecturasdeguillermo.wordpress.com/2017/01/03/exploradores-cuadernos-de-viaje-y-aventura-de-huw-lewis-jones-y-kari-herbert/

    Un abrazo grande!

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