Como venía diciendo uno decide empezar a lanzar botellitas al mar con mensajitos dentro. O a tirar semillas por todo tipo de terrenos. O a echar la caña de pescar en el océano.
Y casi nunca pasa nada. Hasta que pasa.
Me topo con una reseña de Altitud en vena en el Rincón del Librero, una sección de la revista Quercus para dar a conocer novedades literarias.
Resulta que ese libro es mío, y lo ponen por las nubes.
Entonces uno decide, instantáneamente, que va a seguir haciendo lo que le gusta. Lanzar botellitas al mar, sembrar secuoyas en el desierto, decirle a esa chica imposible que te gusta, tirar la caña al océano. >>seguir leyendo
De momento no conozco a mucha gente por aquí[1]. Y menos a quien le guste a ir a la montaña. Y menos aún a alguien que se levante a las seis de la mañana un sábado.
A esas horas el vecindario duerme. Tengo una hora y media hasta La Roza. Dejaré el coche en el merendero. Antes tendré que parar a desayunar en algún lado. Después un número indeterminado de horas, puesto que no tengo muy claro el recorrido. Oscurece a las seis. El madrugón es innegociable.
No puedo evitar la melancolía que envuelve toda la operación. Ir en solitario. Con el frío que hace. A deshoras. A contracorriente. Siempre a contracorriente. >>seguir leyendo
En el verano de 2010 cumplí un sueño: fui al Himalaya. Y no a cualquier cosa. Nuestra expedición tenía por objetivo hollar un seismil y buscar leopardos de las nieves, así como linces boreales.
Éramos cuatro amigos bien avenidos. Mis colegas, expertos zoólogos, tienen por afición buscar especies prácticamente extinguidas. Eso requiere ir a lugares más bien remotos. Ladakh, entre las cordilleras del Himalaya y el Karakorum cumple con ese requisito. Y con otro muy importante: está a salvo de los monzones, lo que posibilita ir en verano. >>seguir leyendo
El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.