Cuando estoy convaleciente me gusta ir al Cabo. Es un lugar adecuado para curar heridas. Desgarros del alma, roturas fibrilares, esguinces.
De septiembre a junio hay poca gente. En los meses de invierno menos. Quedan los lugareños, escasos, y algún desnortado que se fue muy para el sur. Hay alemanes y finlandeses que van en chanclas y pantalón corto, mientras los demás nos tapamos con gorros para combatir la fría humedad que se mete en los huesos.
Verdaderamente es un buen sitio para dar bandazos.