Dejamos atrás la ciudad y sus ‘shopping centres’. Hemos cargado provisiones y nos disponemos a afrontar unos días en Yosemite. Da la casualidad de que es cuatro de julio y todos los campings están ocupados. Sin embargo existen zonas de acampada libre donde es posible establecerse.
Cuando llegamos un cartel anuncia las normas de acampada. Es necesario meter el dinero que cuesta cada noche en un sobre. Hay que guardar alimentos y cualquier cosa que huela (calcetines) o sea comestible (pasta de dientes) en unos armarios metálicos para evitar que los osos se metan en la tienda. Está prohibido quemar el Parque. >>seguir leyendo
No contestan en el consulado. Salta un contestador para que llames el lunes. El correo electrónico lo rebotan; no existe la dirección que luce en la web de la embajada. No sé porqué ni me sorprende ni me cabrea. Otro detallito más de lo que viene siendo la marca España de torito cojonero, ineficacia y tirar ‘p’alante’ (¡quejque somos campeones del mundo oiga!).
Gastamos la tarde en gestiones que nos dejan hacer desde el despacho de los Rangers. Llamo al teléfono de ayuda que aparece en los papeles de la guantera. Voy dando cuenta del problema a los interlocutores que se suceden al otro lado de la línea. Es un ‘listening’ de los complicados. Me acuerdo de Ronald, mi profesor de inglés durante tantos años. Llamamos a España y a Jacobo, que está más cerca, en Nueva York, y nos tranquiliza además de echarnos una mano. Detallamos las pérdidas. Toman huellas dactilares del coche. Apuntan minuciosamente todo lo que les contamos en una libreta de detective. >>seguir leyendo
Seguimos el tortuoso camino del río Klamath. Horas y horas de conducción entre bosques de coníferas. Vamos por una carretera bien pavimentada, con muy poco tráfico. Bosques silenciosos. En el interior de la foresta enseguida prosperan las sombras. Flota en el ambiente el aroma de los pioneros. Osos y tramperos. Granjas de mala muerte cobijadas entre el espesor de los abetos.
Nos han recomendado evitar esta carretera. Había otras dos posibilidades. Ir hacia la costa por Redding, siguiendo la autovía. La otra, al norte, atravesando el Grand Pass y después cayendo a Crecent City. Allí se erige un presidio de cierta solera. Deben de encerrar a tipos como Hannibal Lecter. Por las calles merodean yonkis con la condicional. Sin embargo a mi me apetecía estar a un lugar llamado Pelican Bay y entrar en el Estado de Oregon. Una solución de compromiso es esta de seguir el Klamath. Al menos evitaremos los caminos architrillados. >>seguir leyendo
Aparece Mount Shasta en el horizonte y se diluye esa atmósfera de infortunio que nos rodeaba. Han sido varias horas de conducción por la interestatal. Aprendiendo a moverse por un nuevo terreno. Las gasolineras. Los restaurantes de carretera. Los límites de velocidad.
Mount Shasta es un volcán de 4.300 metros. Al lado tiene al Shastina, con un cráter menos conspicuo, asentado sobre una plataforma, lo que sugiere una explosión en el pasado que se llevó por delante al edificio original.
Mount Shasta es también el nombre del pueblecito situado al pie del volcán. Nos perdemos unas cuantas veces y por fin damos con una caseta de información. Encontramos un camping junto al lago Siskiyou. Recorremos carreteras secundarias. Vamos despacio, dudando en cada cruce, censando los comercios y servicios que hay. Pasar de ese estado acomplejado, en el que todo impone, a saludar a la gente con cierta familiaridad y saber dónde están las cosas es muy gratificante. El proceso nos lleva menos de una semana. >>seguir leyendo
El motel pertenece a una cadena. No sé si es garantía de algo. Pero es confortable. En el desayuno disfruto con esas pequeñas cosas que parecen formar parte del american way of life. Cafetazos que se pueden rellenar hasta la saciedad. Chocolatinas. Unidades individuales de cereales. Bajan unos tipos y empiezan a sacar hielo de una máquina y a cubrir las cocacolas de una neverita. Sí, el hielo es algo esencial en USA.
Luego llega otro con una bolsa en la que perfectamente puede haber una recortada. Coge un plátano y se va. Con sus gafas de aviador. Un tipo fibroso. Que no dice nada a nadie. Probablemente sea un asesino en serie que va a hacer su trabajo. Todo el mundo tiene derecho a trabajar. Todo el mundo tiene su oportunidad aquí en América. >>seguir leyendo
En América se produce un robo cada 11 segundos, un robo armado cada 65 segundos, un delito con violencia cada 25 segundos, un asesinato cada 24 minutos y 250 violaciones al día. Decía la voz en off de ‘Cobra’. Para posteriormente disparar al espectador a bocajarro. Esas palabras me llevaban acompañando años. Es la entradilla de una película comercial, violenta, en la que lo buenos se deshacen a tiros de los malos.
No es el mejor cine. Pero a mis hermanos y a mí nos gustaba memorizar frases sueltas de ésta y otras películas para luego colocarlas en situaciones comunes. Habíamos grabado en cintas VHS una selección, de lo que iban echando en la tele, que veíamos una y otra vez. Comando, Superdetective en Hollywood, Cocodrilo Dundee, la saga de Rocky. Cosas así. >>seguir leyendo
El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.