En mi devenir como escritor me cuesta,
como he dicho otras veces, separarme de la literalidad y dejarme llevar por la
ficción pura. Parte del problema es que mi faceta profesional bebe de los
hechos bien referenciados. Las habilidades que requiere escribir artículos
científicos me penaliza cuando trato de abordar asuntos puramente literarios.
Aún no he tenido mucho éxito en separar
ambos mundos. He utilizado autorías distintas para uno y otro asunto pero al
escribir divulgación científica el conflicto se muestra con toda su crudeza.
Este es un campo que me gusta y al que dedico tiempo en forma de colaboraciones con distintos
blogs y alguna pieza en este. >>seguir leyendo
Reconozco que los títulos requieren de un ingenio adicional con el fin de que el lector, siempre limitado por su escaso tiempo, supere el umbral de curiosidad y siga leyendo o, en este mundo virtual, haga click. La relación enunciada, sin embargo, no es tan forzada y tiene un común denominador: la estupidez humana.
El escorbuto[1] era (y sigue siendo) una enfermedad terrible que inicialmente se manifiesta por un cansancio extremo. Debido a ello, su origen se atribuyó a la pereza, el segundo pecado capital, y se interpretó como un justo castigo divino; el remedio era no enfadar a Dios. A medida que la enfermedad progresa, los síntomas se agudizan: dolor articular generalizado, encías sangrantes hasta que los dientes se caen, magulladuras que se convierten en heridas abiertas. Finalmente, en medio de unos dolores espantosos, sobreviene la muerte. >>seguir leyendo
En plena recta final de la redacción del libro ‘Desertificación y desiertos’, para la colección del CSIC ¿Qué sabemos de?, eclosionan otros dos asuntos que llevaban vidas distintas pero que se han encontrado en el tiempo.
Tras más de dos años de trabajos, rechazos y correcciones, por fin me aceptaron un artículo escrito en colaboración con investigadores de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), de la Universidad Politécnica de Madrid y del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC). El paper, como decimos en el ámbito científico, ha sido publicado en Science of the Total Environment, y recoge las conclusiones de dos grupos de investigación que abordan el estudio de la desertificación en España y actualiza la información existente. Fueron encargos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente para poner al día el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación. >>seguir leyendo
Otro post de la serie ‘Respirando salitre. Historias de un buzo’. Por J.M. Valderrama & David Acuña.
No todos los mares son, ni mucho menos, como la reserva marina de La Restinga o la del Archipiélago de Chinijo, los mejores fondos de las Islas Canarias. Más bien se trataban de las raras excepciones. David se iba dando cuenta de que había graves e irreversibles daños en el fondo marino. Eran menos perceptibles que los de tierra por razones obvias: casi nadie los veía.
Después de acostumbrarse a la rara sensación de ingravidez, moviéndose en tres dimensiones y a un silencio embaucador, empezaba a ser consciente de la realidad del estado de conservación del mar. A un ritmo desbocado los mares del planeta habían perdido diversidad y biomasa, y estaban muy lejos de los paraísos submarinos que Cousteau nos había enseñado en sus documentales. >>seguir leyendo
Retomando la divulgación científica tras la narrativa aquí dejo un post publicado en ‘Ciencia para llevar’ el blog del CSIC, escrito en colaboración con Roberto Lázaro, investigador de la Estación Experimental de Zonas Áridas. A ver qué os parece:
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La labor divulgativa de un libro incluye muchos aspectos. Uno de ellos consiste en escribir en blogs u otros medios de difusión, tratando de no repetirse. Aunque sean temas recurrentes, en Naukas he intentado alguna variante. Aquí dejo la entradilla de lo último que he escrito y un enlace al blog de Naukas, donde podéis encontrar el texto completo.
«Parece mentira que en un planeta continuamente auscultado por decenas de satélites, que no paran de medir índices de biomasa vegetal, de escrutar accidentes geográficos, de anotar lo que llueve o deja de llover, aún queden sorpresas. Creemos tener acceso virtual a todos los rincones de la Tierra, casi nos han convencido de que ante cualquier novedad saltará un aviso para estar al tanto. >>seguir leyendo
Llevo unos años escribiendo. La necesidad de expresar, contar (me) las cosas, tratar de comprender este mundo extraño en el que hemos caído, me llevó a aparcar la ciencia, otra vía de conocimiento que iba dejando de tener mucho sentido en ese momento vital. La divulgación científica se muestra como una opción intermedia entre la narrativa y la investigación que me resulta bastante satisfactoria, al permitirme utilizar un lenguaje menos enrevesado y, sobre todo, dar a conocer a círculos mucho más amplios lo que se hace en la investigación científica, cuestiones que normalmente quedan restringidas a revistas científicas demasiado técnicas y que raramente salen de la comunidad científica. Hasta la fecha he tratado de escribir acerca de la investigación llevada a cabo en áreas científicas que he frecuentado o que, por proximidad de despacho y de línea de investigación, puedo llegar a conocer. Todas estas colaboraciones las voy acumulando en un apartado específico de esta web (Colaboraciones). >>seguir leyendo
Uno nunca sabe muy bien cómo le ven desde fuera. Cuando se trata de un grupo más o menos heterogéneo aunque con intereses y gustos en común, como puede ser Harmusch, lo que uno puede esperar es que a veces nos cataloguen como un poco descarriados, algo atípicos, con alguna cosa interesante que contar. Aunque tampoco podemos enfadarnos si alguien nos califica de personajes inmaduros en busca de sueños imposibles.
La idea de escribir este libro surge tras el interés que Nacho Ruiz, editor de Ediciones Rodeno, nos muestra tras leer un artículo publicado en Quercus (Asociación Harmusch. 2015. Tras los pasos de Valverde: expediciones al Sahara Occidental. Quercus. Cuaderno 348: 26-33) en el que dábamos cuenta de nuestras expediciones al Sahara y sus hallazgos zoológicos. Así, el verano transcurre entre calores soporíferos y versiones que de los distintos capítulos nos enviamos de unos a otros y que, poco a poco, se van puliendo y ensamblando. >>seguir leyendo
Conviene especificar, en primer lugar, el ámbito en el que sucede la desertificación. Se trata de regiones áridas, semiáridas y sub-húmedas secas, es decir, aquellas en las que el índice de aridez de la FAO está entre 0.05 y 0.65. Aclaremos que: (i) Este índice da una idea del balance hídrico de la zona; (ii) Hay muchos índices de aridez, además del de la FAO; el aquí utilizado es el cociente entre lo que llueve y lo que potencialmente se podría evaporar; (iii) Las zonas hiperáridas, cuyo índice es menor de 0.05, no se incluyen. Se trata de desiertos climáticos en los que ya no puede haber desertificación; y (iv) Un valor de, por ejemplo, 0.05 significa que la precipitación supone el 5% de lo que potencialmente se podría evaporar. Dicho de otro modo, si lloviese 20 veces más, de manera uniforme, todo se evaporaría. >>seguir leyendo
La sierra de Gádor, como todas las sierras costeras del sureste peninsular, tenía en tiempos una cubierta vegetal homogénea que consistía principalmente en encinas, aunque también se podían encontrar robles. El bosque se fraguó aprovechando el pico de humedad ocurrido durante la pequeña Edad del Hielo ocurrida hacia el año mil seiscientos. Aunque progresivamente las condiciones de aridez se fueron imponiendo, el bosque se pudo mantener. La bóveda arbórea proveía sombra y frescor, permitiendo la germinación de las bellotas. >>seguir leyendo
El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.