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Bicicletas

En mis idas y venidas al Cabo me topo con bicicletas. El terreno les es propicio. La llanura durmiente que dulcemente se prolonga en un mar generalmente amigable no ofrece dificultades y además regala un paisaje hermoso.

Conduzco escuchando música. Inevitablemente se suceden los pensamientos y alguno de ellos me acaba por envolver. El que me atrapa en esta ocasión evidencia que el ingeniero cuadriculado o el compulsivo científico con necesidad de clasificar la realidad, siguen siendo personajes a los que no renuncio. >>seguir leyendo

Algo más que salir a correr

Aún es de noche cuando me levanto. Entre mullidos silencios me visto de corredor y desayuno un plátano. Salgo a la calle bien abrigado y para mi sorpresa la niebla envuelve la ciudad. El aire fresco y húmedo me recuerda a las tierras castellanas, donde los bancos de niebla invaden pinares y campos de cultivos durante días.

Pero esta es una niebla distinta. Viene del mar y se conoce como boira. Durará lo que quiera el sol, unas horas a lo sumo. En todo caso yo saldré de su radio de influencia en breve porque a mí me gusta correr por el monte, donde el terreno es más abrupto y hay subidas y bajadas. Si me quedase cerca de casa estaría condenado a la monotonía del llano. >>seguir leyendo

Bendita locura (III)

De manera esquemática la última parte del reto puede resumirse así: Álex trazando una línea que va de poniente a levante. Y los comandos de apoyo entrando de sur a norte, o de norte a sur para acompañarle un tramo hasta el siguiente relevo.

Chequeo médico. Aunque parezca imposible todo en orden

Afronta esta etapa tras haber superado el control médico. Empieza la traca final con el Club de la Zubia, que le acompaña los primeros ocho kilómetros. Después, tras un inquietante tramo a solas en el que Álex se pierde y acaba entre matojos, por fin llega a los cortijos de Echeverría. Allí le esperaban Frasco y Fernando. El Negro había acumulado cierto retraso al extraviarse y el Comando Kaldera, que para entonces ya iba camino del refugio Poqueira, reestima la hora a la que llegarían Fernando y Álex al refugio de la Caldera. >>seguir leyendo

Bendita locura (II)

Enseguida las olas tapan la progresión de Álex. Bracea mar adentro para despegarse del litoral y evitar las rocas. El equipo de fotógrafos[1] toma las últimas instantáneas. Un dron se ha aventurado hasta su posición para sacarle primeros planos en el agua. Los piragüistas a duras penas mantienen el rumbo. El viento es fuerte, pero ahí están. Acompañando a Álex.

Bregando en el mar de Alborán. El Cabo de Gata al fondo.

Al día siguiente, a esas horas, el Comando Kaldera, del que formo parte, ha de partir hacia Trevélez para cumplir con su cometido. Teníamos que llegar hasta el refugio de la Caldera, donde Álex, si todo marchaba bien, llegaría de madrugada acompañado por Fernando. >>seguir leyendo

Bendita locura (I)

Un puñado de gente contempla, desde la orilla del mar, a unos piragüistas que se preparan para afrontar el oleaje. Éstos miran con recelo cómo el agua salda se deshace en espuma. Al chocar contra las escolleras que protegen la carretera que va desde Almería hasta el campus de la universidad. Entre ellos un tipo embutido en un traje de neopreno va de un lado a otro dando instrucciones, hablando con el grupo de testigos, mirando su reloj cada poco.

Esperando acontecimientos. La salida

Lo que está a punto de empezar es algo que puede romper varios moldes de una vez. Pero como suele pasar en Almería, dado el carácter tranquilo de sus gentes y poco propenso a sobresaltarse (en ningún lugar del mundo he visto yo tan poca prisa por arrancar el coche cuando el semáforo se pone en verde) excepto los cuatro gatos que permanecemos a la expectativa, cada uno va a lo suyo. Hay una especie de fiesta en el Romera, ese caustico bar que tanto incomoda al rector, y los alumnos, muy aplicados, beben cerveza a destajo. >>seguir leyendo

Los lunes en el paraíso

Me sigue sorprendiendo el tono peyorativo de la palabra vividor. El otro día di por casualidad con un programa sobre José Luis Sampedro, en el que salían fragmentos de entrevistas muy variadas. En una de ellas se sorprendía de la connotación negativa de la palabra de marras. Si acudimos al diccionario de la RAE la primera acepción que da es obvia. Vividor: que vive. Y hay que ir hasta la cuarta para encontrar el sentido retorcido que normalmente se le asigna. Vividor: Que vive a expensas de los demás, buscando por malos medios lo que necesita o le conviene. >>seguir leyendo

Atardeceres en el Cabo

Cuando estoy convaleciente me gusta ir al Cabo. Es un lugar adecuado para curar heridas. Desgarros del alma, roturas fibrilares, esguinces.

De septiembre a junio hay poca gente. En los meses de invierno menos. Quedan los lugareños, escasos, y algún desnortado que se fue muy para el sur. Hay alemanes y finlandeses que van en chanclas y pantalón corto, mientras los demás nos tapamos con gorros para combatir la fría humedad que se mete en los huesos.

Verdaderamente es un buen sitio para dar bandazos. >>seguir leyendo