Llevo veinte años haciendo modelos de simulación dinámica. Se trata de formular sistemas de ecuaciones diferenciales que representan la variación en el tiempo de determinadas variables, como puede ser el nivel de un acuífero, el espesor de suelo fértil o el número de animales que vive en un territorio (por citar algunas con las que he trabajado). Hablo, por tanto, de modelos que generan trayectorias temporales.
Modelar consiste en seleccionar aquellas variables y procesos que resultan esenciales para explicar el comportamiento del sistema que se está estudiando. Ello obliga, ineludiblemente, a descartar ciertas variables y a prescindir de ciertos procesos. Hay autores que aseguran que hacer modelos matemáticos es un arte. Esa afirmación la encuentro un poco exagerada pero denota pasión por los modelos matemáticos, algo, es cierto, que no parece muy congruente. Me refiero a eso de poner en un mismo contexto pasión y ecuaciones diferenciales.