La estrategia es salir muy temprano y parar a desayunar cuando el hambre golpea de verdad. Así, a primera hora de la mañana, ya has recorrido medio camino y te encuentras en una gasolinera rodeada de girasoles a media asta, en una mesa solitaria, observando el devenir de los coches que paran a repostar y las conversaciones más o menos previsibles de una clientela variada: los tipos trajeados que van a hacer negocios, la familia hastiada, a móvil por cabeza, el comercial con prisa que se toma el café de un sorbo.