La carretera que da acceso al Mausoleo de Moulay Abdessalam se va empinando y estrechando. Hay una serie de puestecillos y pequeños sitios donde comer. Se venden frutos secos presentados de forma esmerada. Hay nueces y almendras. Y lo que parecen ser turrones. El Santuario tiene su interés. La panorámica que se tiene desde arriba es muy buena. Para llegar hasta allí hay que descalzarse. Pero lejos de resultar algo incómodo la experiencia es agradable. Paseamos entre las letanías que tíos con barbas dedican a Alá. El suelo está tapizado con planchas de corcho, sacadas de los alcornocales que atravesamos hace un rato.