Y los martes, y los miércoles, y los jueves…
Una de las grandes ventajas que ofrece el precario mundo científico es que cada poco ofrece bolsas de tiempo en las que uno puede dar rienda suelta a sus inquietudes. Algunos de estos parones, que en primera instancia tiene carácter indefinido, los aproveché para escribir libros, otros para viajar lejos y subir montañas. En otras ocasiones he prolongado mis investigaciones, en un intento por seguir vinculado al exigente mundo académico.
Esta vez tengo un proyecto innovador y altamente estimulante. Tengo entre mis manos el mejor proyecto de mi vida: cuidar a mi hija.