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Con «V» de vencejo

Aunque no me gusta que llegue el verano, sí me gusta que lo hagan los vencejos. Nunca recuerdo cuándo aparecen exactamente. Este año se retrasaron, porque mayo fue más fresco de lo habitual. Pero antes de que acabase el mes ya estaban por aquí. Empiezan a inundar la ciudad, cruzando frenéticamente la calle a la que dan mis ventanales. Son aves de cierto porte, con envergaduras alares que pueden llegar al medio metro.

Los días se han estirado mucho cuando reparo en los primeros ejemplares. Hace calor y hay insectos. Los imagino viendo asomar la ciudad a lo lejos, con el mar abajo. Deseando llegar a buen puerto. Se abalanzan sobre los edificios y comienzan a buscar huecos donde anidar. Vienen del sur, más allá del Sahara, del Sahel. Allí pasan el invierno y huyen del calor. Supuestamente aquí hace menos. Pero no mucho menos. >>seguir leyendo

Un trío mal avenido

Llevaba detrás de ‘La España vacía’ de Sergio del Molino mucho tiempo. Desde que leí el argumento de este ensayo, la distancia sideral entre el campo y la ciudad, quise hincarle el diente. Los Reyes Magos me lo regalaron y pude unirme a la corriente que opina que es un libro muy bien escrito y que aporta puntos de vista interesantes que aclaran las razones del gran vacío en el que flotan las urbes modernas. Como resume acertadamente la contraportada: ‘Esa España interior del Quijote, la que divisamos desde la autovía, la de los pueblos que para algunos son la feliz aldea de los veranos infantiles y para otros el paisaje de la leyenda negra, es la España vacía de este ensayo’. >>seguir leyendo

Ganar

Caminar despreocupadamente. Sin ninguna pretensión. Despacio porque hay tiempo. Es el único ingrediente del que sobra.

El plan es muy sencillo. A veces tiene planes tan obscenamente sencillos que se alarma.

“El plan es verte y escucharte. Nada más”, recapitula.

Mientras tanto da vueltas por la ciudad. Busca un lugar en el que escribir. En tres días ha topado con dos idóneos para sus propósitos. Más que suficiente.

La ciudad le abruma con sus propuestas. Le dispersa.

Los turistas han ido apoderándose de la esencia del lugar. Consumiéndola. No se sabe muy bien cómo fue el proceso. En principio la gente llega atraída por las peculiaridades de la ciudad, por su idiosincrasia. Por sus bares y comercios. Por los monumentos y el clima. >>seguir leyendo