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Un trío mal avenido

Llevaba detrás de ‘La España vacía’ de Sergio del Molino mucho tiempo. Desde que leí el argumento de este ensayo, la distancia sideral entre el campo y la ciudad, quise hincarle el diente. Los Reyes Magos me lo regalaron y pude unirme a la corriente que opina que es un libro muy bien escrito y que aporta puntos de vista interesantes que aclaran las razones del gran vacío en el que flotan las urbes modernas. Como resume acertadamente la contraportada: ‘Esa España interior del Quijote, la que divisamos desde la autovía, la de los pueblos que para algunos son la feliz aldea de los veranos infantiles y para otros el paisaje de la leyenda negra, es la España vacía de este ensayo’. >>seguir leyendo

Granada & Humboldt

El tren, despiadadamente lento, serpentea entre las formaciones acarcavadas del desierto de Tabernas. Cuando los temporales tienen a bien instalarse en esta parte del país, el paisaje, decolorado por el sol, adquiere matices insospechados. Llueve y la escorrentía se afana por profundizar los rasgos de un paisaje que parece sumamente deleznable.

La revisión oftalmológica ha ido a caer en un día gris de noviembre. Una de esas jornadas desapacibles que fomentan el consumo de unas buenas migas alrededor de una lumbre y echan por tierra el concepto que los turistas tienen de la provincia. En Almería también puede hacer un frío del carajo. >>seguir leyendo

¿Tradiciones respetables?

La lectura de El hambre[1], de Martín Caparrós, me ha dejado muchos cabos de los que ir tirando. Se trata de un ensayo en el que se van alternando los principales escenarios de hambre en el mundo ─Sudán, India, Madagascar, etc.─ junto a reflexiones que ahondan en los distintos factores que intervienen en el problema. Esta mezcla de literatura de viaje, periodismo y ensayo la bordaba Kapuściński y Caparrós no desentona.

Una de las anécdotas que más me llamó la atención tiene que ver con las tradiciones y me llevó a pensar sobre la respetabilidad de algunas de ellas. Cuenta Caparrós lo complicado que es ser viuda en la India. Cuando moría un señor, la tradición (llamada sutee), indicaba que había que quemar a la viuda con él. Los ingleses, esos bárbaros extranjeros llenos de rarezas, opinaban que era una cosa fea, eso de quemar señoras. Ni cortos ni perezosos aquellos invasores decidieron prohibir la tradición. Algo que llevaba siglos funcionando se terminó en 1830 por decreto. >>seguir leyendo

Mientras tanto

Una aguerrida tropa de biólogos se afana por encontrar alzacolas, un pequeño paseriforme catalogado como especie en peligro de extinción en el Libro Rojo de las Aves de España. Se trata de estimar la población local de alzacola mediante transectos y estaciones de escucha. Montan redes para atrapar aves y anillarlas; ¿de dónde vienen? ¿adónde irán? La severidad del verano no les echa para atrás; con paciencia recorren barbechos y eriales, tierras de cultivo. Llevan parte de sus ropajes saharianos, los mismos prismáticos. La misma mochililla con los apechusques necesarios. >>seguir leyendo

El gran teatro de la naturaleza

Nuevo post de la serie ‘Respirando salitre. Historias de un buzo’. Por J.M. Valderrama & David Acuña.

La vida a bordo no llega a ser tediosa. Siempre hay multitud de pequeñas tareas que requieren tu atención. Además se vive instalado en una rutina que recuerda a la disciplina militar. En el mar, en el ejército, en una expedición, es importante mantenerse ocupado, no dejar huecos por los que la imaginación pueda incitar a pensamientos nocivos.

Ese fue el triunfo de Shackleton para que el ánimo de su tripulación se mantuviese firme ante la enorme catarata de adversidades que les sobrevino. Desde luego bucear en la Isla Wolf en busca de tiburones no tenía muchos paralelismos con estar atrapados en el hielo, pero tampoco eran unas vacaciones y, como digo, cada día estaba sujeto a una serie de obligaciones y rutinas. >>seguir leyendo

¿Cuánto vale la Naturaleza?

Desde hace unos años los científicos sociales se están planteando esta cuestión. Con la premisa de que lo que no tiene precio no vale nada, en el mundo de las ciencias sociales, particularmente en el área de economía –algunos de los cuales sustentan la hipótesis anterior- hubo una explosión de creatividad para tratar de poner en cifras el valor de la Naturaleza. La intención era muy buena: se trataba de hacer consciente a la sociedad de que más allá del PIB hay cosas como el aire limpio, los bosques o la vida animal que son también riqueza. Es decir, que ampliar la batería de indicadores que sintetizan el estado de un país o una región puede dar una imagen más completa de la situación. Es importante el PIB, pero también que haya más o menos masa forestal. Ese era el mensaje que se pretendía trasladar. >>seguir leyendo