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Pirineos (notas) V y definitiva

5. Daguerrotipos

Varios episodios suplantaron la ascensión al Possets. El rescate de un lirón careto, los paseos al azar por valles marginales que siempre terminaban por desembocar en el Estós, la constatación de que la marta, las comadrejas y los armiños nos tomaban el pelo, el esplendor absoluto de un ibón cristalino que, inesperadamente, apareció en el bosque, y la sorprendente desaparición de un río.

La primera mañana la niebla envolvía el refugio y no parecía razonable ascender una montaña desconocida desde cuya cumbre no veríamos nada. Caminamos bien abrigados hasta el collado que marcaba la divisoria de aguas. Allí terminaba el valle de Estós y continuaba la senda hasta el refugio de Biadós. Disfrutamos del frío y del silencio y comenzamos la lenta prospección, errática y en ocasiones solitaria, de charcas en busca de anfibios. >>seguir leyendo

Pirineos (notas) IV

4. La vida cuartelaría de los refugios de montaña

El estado de ánimo condiciona nuestra existencia. Algunos saben mantenerse en el optimismo a pesar de todo, quizás con algunas dosis de inconsciencia, quizás por su carácter ganador, quizás porque se levantan temprano y meditan una hora al día. La mayoría, sin embargo, somos presa de factores externos que juegan con nuestras emociones.

Durante demasiados meses las contrariedades, los bofetones que va repartiendo la vida (ninguno extraordinario, por otra parte), me habían dejado en la lona, de la que era incapaz de levantarme. Bastaron un par de días de asilvestramiento en el monte, rodeado de buena compañía, para recuperar el talante con el que más me gustaba identificarme. Ese que ve el vaso medio lleno y considera cualquier situación como una buena oportunidad. Gracias a Gerardo y Edu, a unas reparadoras horas de sueño y al aire fresco de la montaña, había logrado desprenderme de esa pátina de pesimismo que últimamente recubría todas las horas del día. >>seguir leyendo

Pirineos (notas) III

3.Improvisaciones en do menor sobre tiempo tormentoso

Amanece un día frío y en el que las nubes, sin titubeos, se han adueñado del paisaje. Desmontamos la tienda y en la mesa que hemos hecho propia aguardamos las primeras luces del día. Viendo nuestras opciones en el mapa creemos que puede ser interesante explorar algún valle lateral y subir a un paraje conocido como los llanos de la Larri. Sin embargo, ante la pertinaz lluvia y las malas previsiones ponemos rumbo al sur y cambiamos de valle, esperando que cambie nuestra suerte. >>seguir leyendo

Pirineos (notas) II

2.Pineta

Desmontamos la tienda a las seis de la mañana y desayunamos en la mesa de picnic en la que hace tan solo unas horas hemos cenado. Gerardo apenas ha dormido, pero tras la paliza de coche no pudo resistir la tentación de explorar los alrededores a ver si caía el primer carnívoro de la lista. Podíamos ver hasta diez, nos dijo, siendo el avistamiento más apreciado el del armiño.

Los primeros excursionistas del día pasaron con sus frontales. Al poco llegó el guarda y nos sentimos aliviados de haber desmontado el campamento. La multa hubiese desnivelado nuestro raquítico presupuesto. Gerardo come como si el mundo se fuese a acabar y, de verle devorar con tanto entusiasmo, a Eduardo y a mí nos entra gazuza. Seguirle el ritmo es complicado: tres huevos duros, cuatro napolitanas, media hogaza con nocilla, un plátano, un litro de zumo, un té o dos, si te descuidas te come un brazo. Vaya, parece que tengo un apretón, anuncia, desapareciendo entre los arbustos con un papelillo en la mano. Come y caga como si fuese uno de los mustélidos que tanto le gusta observar. Es de tránsito rápido y podría volver a desayunar otro tanto. Eduardo y yo, con la mitad, no nos podemos mover. Para colmo nuestras tripas no son tan eficaces como las suyas. Hay que joderse y subir con un lastre extra poco agradable. >>seguir leyendo

Pirineos (notas) I

1.Unas vacaciones inesperadas

Los Pirineos eran una quimera de dudoso perfil vistos desde el mar de Alborán. El verano, que pudo haber sido más cruel, convertía Almería en un destino turístico. La vida se concentraba a orillas del mar, donde el confuso bullicio y la arena caliente -descomunalmente pisoteada- me retraían a las sombras del hogar. Allí saboreaba esperanzado el fresco mañanero pero antes del mediodía el calor había colonizado todos los recovecos y mi buena disposición claudicaba. Entonces, buscaba con ansiedad pronósticos del tiempo que desactivasen el viento de levante. >>seguir leyendo