En Gredos empieza el norte. El escalón que separa las dos mesetas es una frontera innegable. Asalté a pie esa muralla hace años. Puede que ya demasiados años, aunque uno, al recordar, consideré que fue ayer, que no hace tanto, que aún es joven, que no tiene la edad que tiene.
Salí caminando desde Guisando, lejos entonces de saber que los Toros de Guisando estarían presentes en un episodio clave de mi existencia: articulaban los Judíos, moros y cristianos de Cela, libro que me llevé a Bahía Negra y que me ayudaría a evadirme de la soledad y el desamparo, evocando las polvorientas tierras castellanas.