Tercera entrega de la serie “Respirando salitre. Historias de un buzo’. >>Lee aquí el primero >> Y aquí el segundo
Durante todo aquel año académico David no consiguió librarse de la sensación agridulce que le había imprimido la llegada de la carta anunciando su admisión para cursar Ingeniería Aeronáutica. Por un lado era grato saber que tenía plaza en una Escuela tan competitiva. Por otro se sentía un traidor.
Regresó a Tenerife resignado y cabizbajo. Después de nueve meses estudiando sin parar, traía la maleta cargada de suspensos y frustraciones. Asumía que los veranos ya no existirían tal y como los había conocido hasta entonces. La carrera que había elegido constaba, oficialmente, de seis cursos, pero en la práctica eran más de diez.