Estando de acuerdo con Mario Levrero en lo fundamental, no puedo negar que el paso del tiempo también genera una acumulación de experiencias cuyo recuerdo ayuda a sobreponerse a los malos días y dar alas a planes que se fraguan en esos esquivos días de ilusión y horizontes despejados. Tampoco se puede uno oponer al hecho de que, al fin y al cabo, la literatura vive de mascar el pasado y aunque ese mantra que nos conmina al aquí y ahora puede calmar la ansiedad que nos devora, con frecuencia me veo repasando episodios esplendorosos que articularon una manera de ser.