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Darwinianos somos

Nuevo post de la serie ‘Respirando salitre. Historias de un buzo’. Por J.M. Valderrama & David Acuña.

El archipiélago de las Galápagos es un sistema de origen volcánico compuesto por trece islas, al menos cien islotes y un número indeterminado de montañas submarinas y bajos. Situado en el Océano Pacífico, a 563 millas de la costa continental de América del Sur, prácticamente sobre la línea ecuatorial, pertenece a Ecuador.

Está en la encrucijada de tres potentes corrientes oceánicas. Por un lado la corriente de Panamá desde el NE determina el clima los primeros seis meses del año, dando lugar a una estación lluviosa y tropical que justifica la presencia de corales. La de Humboldt, fría, viene del sur de Perú y se encarga de ensuciar el cielo durante la segunda parte del año, propenso a la garúa, una lluvia fina y persistente que deja unos cielos plomizos que al sol le cuesta atravesar. Finalmente, la de Cromwell, es profunda y muy fría y llega desde el oeste cargada de nutrientes que afloran a la superficie al chocar contra el archipiélago, forjando un ambiente en el que encuentran acomodo especies de aguas frías, como pingüinos y lobos marinos. >>seguir leyendo

Expediciones naturalistas al Sahara

La labor divulgativa de un libro incluye muchos aspectos. Uno de ellos consiste en escribir en blogs u otros medios de difusión, tratando de no repetirse. Aunque sean temas recurrentes, en Naukas he intentado alguna variante. Aquí dejo la entradilla de lo último que he escrito y un enlace al blog de Naukas, donde podéis encontrar el texto completo.

“Parece mentira que en un planeta continuamente auscultado por decenas de satélites, que no paran de medir índices de biomasa vegetal, de escrutar accidentes geográficos, de anotar lo que llueve o deja de llover, aún queden sorpresas. Creemos tener acceso virtual a todos los rincones de la Tierra, casi nos han convencido de que ante cualquier novedad saltará un aviso para estar al tanto. >>seguir leyendo

El Libro de Harmusch

La Teoría del Limbo había alcanzado un punto de madurez que no hacía sino saborear, aunque de vez en cuando me encontraba tropezones que no eran de mi gusto. Imprimía los capítulos uno a uno y los iba retocando y puliendo. Golpe a golpe, palabra a palabra. Los puntos flacos me llevaban a replantearme la extensión de algunos pasajes y a cuidar la transversalidad del texto, para que la coherencia temporal y la reaparición de personajes clave diese esa sensación de veracidad que persigue una ficción. >>seguir leyendo