El Libro de Harmusch

La Teoría del Limbo había alcanzado un punto de madurez que no hacía sino saborear, aunque de vez en cuando me encontraba tropezones que no eran de mi gusto. Imprimía los capítulos uno a uno y los iba retocando y puliendo. Golpe a golpe, palabra a palabra. Los puntos flacos me llevaban a replantearme la extensión de algunos pasajes y a cuidar la transversalidad del texto, para que la coherencia temporal y la reaparición de personajes clave diese esa sensación de veracidad que persigue una ficción.

En esas estaba cuando llegó la propuesta para hacer un libro sobre las peripecias de Harmusch (la asociación de la que soy socio fundador, ojo al dato), por los arenales y pedregales del Sahara, con un objetivo claro: buscar poblaciones de animales y evaluar su estatus de conservación. Sin duda, la idea del editor, Nacho Ruiz (Ediciones Rodeno), era y es ilusionante, pero allá por el mes de junio se nos antojaban unos plazos de entrega demasiado ajustados. Sobre todo teniendo en cuenta la multitud de autores detrás de los textos.

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Tras un par de reuniones tipo Harmusch (véase la foto) y diversas comunicaciones apoyadas en esa telaraña de medios y plataformas que nos confunde y nos lleva rodando por la vida, quedaron acordados los contenidos y el reparto de tareas. El libro tendrá dos partes bien diferenciadas. Por un lado se presentarán, en un tono que pretende ser ameno, algunas de las expediciones llevadas a cabo, dando cuenta de nuestro proceder: organización de las expediciones, logística o esos ratos tan maravillosos alrededor del fuego.

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La segunda parte, de corte mucho más técnico, detalla el alcance de nuestros hallazgos en los diversos ámbitos que nuestros especialistas han prospectado. Hablaremos de carnívoros y ungulados, de aves y reptiles. De los métodos utilizados y de las conclusiones a las que hemos llegado.

Queda poco para la entrega. El libro empieza a cobrar forma. Un trabajo febril ocupa a los miembros de Harmusch para sacar adelante el proyecto. Buscando tiempo de debajo de las piedras, sorteando deberes familiares y laborales. Las tareas de coordinación, ilustración, revisión y edición nos atan a los escritorios. La pantalla del ordenador refleja nuestro cansancio, pero también nuestra complacencia. Queremos mostrar al público el trabajo de tantos años dando bandazos por el desierto. Como bien dice Ángel: «¡Qué pena que seamos pobres! O que la conservación de la biodiversidad no se considere con la importancia que le corresponde. Y aún así vamos montando nuestras vidas entorno a estos sueños, sueños que ya nos encargaremos nosotros de luchar para hacerlos realidad».

Pues eso. Que habrá libro.

Aydar Negro 1

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