En lo más profundo del verano no hago pie. Cuido del bebé y de su hermana. Pongo lavadoras y secadoras. Hago la comida y biberones. Macerado en humedad. Hago la compra mientras la niña se rebela porque quiere una bola de la máquina de bolas. No hay bola digo yo. Y se lía. Encadenamos una ristra de porqués cada vez más absurdos que terminan con el portazo del porque lo digo yo. Llantos, gritos, desesperación. Compro pañales para seguir cambiando pañales. La humedad atroz. La ola de calor. La mascarilla deshaciéndose al contacto de la barba. Pica como un demonio. Necesito un respiro.
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Mundo niños
La construcción narrativa tiene varios propósitos. Evadirnos y entretenernos puede ser uno de los que se nos ocurran intuitivamente. Hay otro, sin embargo, que a mí me resulta mucho más atractivo, y es la contribución del relato de los hechos a la paz mental. Somos animales en busca de sentido.
Conseguir que una explicación capture y sintetice parte de la confusa y ramificada realidad es esencial para entender determinadas situaciones creadas por el zarandeo que nos produce la vida.
Esta faceta de la literatura no persigue establecer una verdad, si no un relato coherente que hilvane los hechos dispersos. De esta forma se entronca en lo que Nassim Nicholas Taleb denominó la Falacia Narrativa.
El bosque
No puede más. Y ella tampoco. El hogar se ha convertido en un campo de minas. Un sitio a evitar. Allí nunca hay paz y las balas zumban cuando menos se espera. Es curioso porque la frenética vida de la familia hace que la casa ─espaciosa, acogedora, montada con gusto, llena de muebles caros y adornos aún más caros e inútiles─ sea la mayor parte del día un lugar tranquilo.
A las ocho llega Gladys para ayudar con los desayunos. Ellos normalmente ya están discutiendo con cualquier pretexto. Y, si no, se masca un incómodo silencio. Se rehuyen. Hace tiempo que utiliza el baño de servicio; el que está junto a la cocina y se supone que es para la asistenta y las visitas de menos confianza. Primero llevó su cepillo de dientes. Luego una maquinilla de afeitar y la espuma. Después una toalla y el peine. Ya es su cuarto de baño. Así se ahorran algunos roces.