California Dreams. Yosemite

Dejamos atrás la ciudad y sus ‘shopping centres’. Hemos cargado provisiones y nos disponemos a afrontar unos días en Yosemite. Da la casualidad de que es cuatro de julio y todos los campings están ocupados. Sin embargo existen zonas de acampada libre donde es posible establecerse.

Blog_209Cuando llegamos un cartel anuncia las normas de acampada. Es necesario meter el dinero que cuesta cada noche en un sobre. Hay que guardar alimentos y cualquier cosa que huela (calcetines) o sea comestible (pasta de dientes) en unos armarios metálicos para evitar que los osos se metan en la tienda. Está prohibido quemar el Parque.

Por la mañana un viejecillo va cotejando una planilla en la que está anotado el número de campistas y su ubicación. Dados los antecedentes que hemos vivido me imagino que como el tipo vea algo que no cuadra te fusilan.

Como vecina tenemos a una señora huraña que se dedica a pintar. Hay alguna gente un poco más vocinglera que se dedica a hacer barbacoas. La pintora gruñe con cada risotada que llega.

El Centinel Dome no es el afloramiento de granito más conspicuo pero al ser el que está a mayor altura ofrece una panorámica espectacular. A tenor de lo que fotografío se confirma que se avistan unos monumentos muy llamativos.

Blog_218Yosemite no decepciona. Por muchas fotos que se hayan visto del Half Dome o de El Capitan el lugar rezuma magnificencia. Hay excursiones para pasar un año dando bandazos. No nos obsesionamos y caminamos hacia lugares en los que comer un sándwich tranquilamente. Mojamos los pies en los frescos arroyos y escuchamos el vuelo de los insectos.

Blog_208La vida en el camping es sosegada, pero siempre hay tareas que hacer. Colgar una cuerda para secar la ropa. Organizar la comida. Buscar leña para la noche. Comprobar las pilas de los frontales. Airear los sacos.

Todo pausadamente. Me encanta hacerme un café de manera rústica. Es decir: caliento agua en el hornillo, echo café molido en una taza, vierto el agua caliente en esa taza, dejo que los posos se vayan al fondo. La operación ‘cafetazo’ me permite escribir mansamente e ir colocando líneas a ese relato de ‘África’ que he empezado en este viaje.

El sol vespertino ilumina la mesa. Poco a poco declina y las agujas de los pinos se hacen más presentes. Empiezan a fraguarse las sombras y el bosque se convierte en un lugar inquietante. En poco tiempo será necesario el forro polar. Después el día habrá terminado, y encenderemos la hoguera. Tomaremos algo caliente a la vera de las brasas. Al acostarnos las cremalleras que hay que abrir y cerrar para entrar a la tienda y a los sacos romperán el silencio de la noche.

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