Cuando todos estén muertos

Esta es una carta que escribí a Ramón Trecet cuando aun estaba en radio 3, a los mandos de un programa llamado ‘Diálogos 3’. Yo conocía a Trecet por el baloncesto. Su programa ‘Cerca de las estrellas’ fue pionero en acercarnos la NBA. Retrasmitió partidos del campeonato nacional y siempre me pareció alguien con una opinión particular y contundente sobre los hechos. Alguien que se moja. Me enganché al programa ‘Diálogos 3’ en sus últimos años y para mí fue un acompañamiento insustituible. Una noche se me ocurrió escribirle una carta, en agradecimiento y reconocimiento al programa. Más tarde, por casualidad, tropecé un día con él. Le hablé de la carta, que recordaba vagamente. En cualquier caso ya habían paso dos años de aquello y para mi fui emocionante que leyese algunos fragmentos en el programa. >>seguir leyendo

Un puente sobre el Drina de I. ANDRIC

Una novela deliciosa que nos cuenta cómo transcurre la Historia de los Balcanes. Para ello el autor –premio Nobel en 1961, a todo esto- se centra en la pequeña localidad de Visegrad y selecciona un período de unos trescientos años que van desde la construcción del puente que se hizo para salvar el río Drina –la unión simbólica y real entre Oriente y Occidente- hasta su destrucción, cuando ya el puente y la región dejaron de ser un punto geoestratégico.

La barbarie y la violencia que han marcado esta zona queda patente en el libro. Uno de los pasajes más impactantes que jamás he leído aparece aquí: el empalamiento de un saboteador del puente pone los pelos de punta. >>seguir leyendo

El dentista

Tuve que ir al dentista. Otra vez. Mira que al despedirme del doctor la última vez quedamos en que no me verían por allí hasta la limpieza bucal, que es en diciembre, justo antes de las Navidades. Para afrontar las comilonas y los encuentros familiares libres de sarro, aunque, si te digo la verdad, los dientes empiezan a amarillear o ‘marfilear’ más bien rápido. En dos semanas comienza a borrarse el recuerdo inmaculado de los ultrasonidos cincelando el esmalte. Antes, tras cada limpieza, me costaba retomar las pipas, las pipas de fumar digo, pero he ido venciendo esa resistencia y como sé que el resultado final va a ser que los dientes se vuelvan amarillos nicotínicos dejé de condicionar el jodío fumeque a la limpieza bucal. >>seguir leyendo

Cuatro hermanas de J. CARLETON

Excelente. Una joya encontrada de manera más o menos casual. No puedo mentir. Lo primero que me llamó la atención fue la portada. Tres jugosos pares de muslos. Que deberían ser cuatro. Tres jovencitas en el campo. Aunque deberían ser cuatro. El objetivo de la cámara se situó por debajo de las chicas, lo que da un aire de grandeza a la fotografía en blanco y negro.

Después vi una reseña en el Babelia. Me pareció interesante. La recorté y la guardé en mi archivo. Volví a topar con el libro en la estantería de una librería. El libro pertenece a una editorial joven (http://www.librosdelasteroide.com/) que tiene un catálogo muy atractivo compuesto por libros que han ido escapando a las editoriales tradicionales (por ejemplo todas las trilogías de Robertson Davies). Tenía dudas y eché un vistazo a la contraportada: ‘De los cientos de novelas que he editado esta es la única que realmente he releído en varias ocasiones’. Dice el editor original de la novela. Eso fue lo que me llevó a comprarla. Y fue un acierto. >>seguir leyendo

Qué escribir

Por entonces creía que la literatura consistía en pensar muy fuerte muy fuerte. Así: mmmmmmnnnmm…mmmmmnnn. Sobre algo concreto. A ver si salía algo. Algo así como parir (o cagar): ¡Empuja, empuja!, pero haciendo fuerza con los sesos. Tratar de concentrarse en un género o subgénero concreto –con lo volubles y subjetivos que son- adoptar el tono pertinente y dejar que la pluma o la máquina de escribir –entonces el ordenador era algo muy lejano- rellenase páginas casi de forma automática. >>seguir leyendo

El escritor que llevo dentro

Se está abriendo paso. Le ha costado. Es tímido, inseguro. Lo conozco bien. En su descargo he de decir que tuvo mucha competencia. Había Otros, que trataban se sobresalir. Con éxito alguno de ellos.

El escritor que llevo dentro sufrió mucho viendo como sus primeros balbuceos, en forma de parrafillos inconexos, no iban a ninguna parte. En aquella época el ingeniero que llevo dentro lo pisoteaba sin piedad. Le apabullaba con sus precarios triunfos.

Y hubo otros competidores. Montañero. Futbolista. Consultor. Ciclista. Amante. Trabajador. Lector. Competidores con más credenciales. Fue difícil convencerme de que dentro de mí había un escritor. >>seguir leyendo

El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.