Archivo de la categoría: Andanzas

Una vuelta por el Kanchenjunga (V). Lo que nos hizo humanos

Me quedo ensimismado mirando las brasas relampaguear, los leños ardiendo, las llamas cambiando de forma caprichosamente. El hogar. El centro de la vida.

Cada día nos pegamos al fuego. Compartimos con los nepalíes horas de silencio. De contemplación. De beber té y comer dahl baht. A partir de Yamphudim hace frío y llovizna. Después nevará. Hemos ido dejando atrás la vida agrícola y nos internamos en los bosques de rododendros. El paisaje se vuelve cada vez más agreste. Impone y sobrecoge ver la furia de los torrentes abriéndose paso por las laderas. Las brechas abiertas por los deslizamientos. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (VI). El bosque

Tortong consiste en tres cabañas de tablones húmedos que no encajan. Situado en una angostura del profundo valle del Yalung, Tortong cumple bien con la denominación de agujero. Pocas veces debe verse el sol en este lugar, permanentemente envuelto en brumas y sometido a una lluvia que no termina nunca.

Arriba a la izquierda, ahogada por el bosque, la principal casa de Tortong. (LINK a video)

El mejor plan en Tortong es salir de Tortong. Misión, por otra parte, nada sencilla. Hay dos destinos posibles y los dos suponen una dura jornada. Seguir el valle hacia arriba, hacia Tseram supone ganar altura y acercarse a los límites impuestos por la hipoxia. Y pasar más frío. Se atraviesa el bosque silencioso, se pasa a ratos junto al tremendo río de montaña que es el Yulang, se llega con las botas mojadas. Deseando sentarse junto al fuego. Esta es la opción sencilla. >>seguir leyendo

Una vuelta por el Kanchenjunga (VII). El glaciar

A mí lo primero que me viene a la cabeza es la imagen de un niño en la playa. Abriendo un surco en la arena a medida que pasa un rastrillo o la mano. La arena desalojada de la depresión que se va formando crea dos muretes a ambos lados de la excavación. Esas son las morrenas laterales. Al final del recorrido, hasta donde el brazo alcanza, queda otro montón de tierra que cierra el pequeño canal. Esa es la morrena terminal.

Y es la primera que vemos en nuestro camino hacia Ramche, último refugio disponible. De entre ella mana el glaciar convertido en arroyo. Año a año el hielo da paso al agua en una cota cada vez más alta. >>seguir leyendo

California Dreams. Yosemite

Dejamos atrás la ciudad y sus ‘shopping centres’. Hemos cargado provisiones y nos disponemos a afrontar unos días en Yosemite. Da la casualidad de que es cuatro de julio y todos los campings están ocupados. Sin embargo existen zonas de acampada libre donde es posible establecerse.

Cuando llegamos un cartel anuncia las normas de acampada. Es necesario meter el dinero que cuesta cada noche en un sobre. Hay que guardar alimentos y cualquier cosa que huela (calcetines) o sea comestible (pasta de dientes) en unos armarios metálicos para evitar que los osos se metan en la tienda. Está prohibido quemar el Parque. >>seguir leyendo

California Dreams. Millas

No contestan en el consulado. Salta un contestador para que llames el lunes. El correo electrónico lo rebotan; no existe la dirección que luce en la web de la embajada. No sé porqué ni me sorprende ni me cabrea. Otro detallito más de lo que viene siendo la marca España de torito cojonero, ineficacia y tirar ‘p’alante’ (¡quejque somos campeones del mundo oiga!).

Gastamos la tarde en gestiones que nos dejan hacer desde el despacho de los Rangers. Llamo al teléfono de ayuda que aparece en los papeles de la guantera. Voy dando cuenta del problema a los interlocutores que se suceden al otro lado de la línea. Es un ‘listening’ de los complicados. Me acuerdo de Ronald, mi profesor de inglés durante tantos años. Llamamos a España y a Jacobo, que está más cerca, en Nueva York, y nos tranquiliza además de echarnos una mano. Detallamos las pérdidas. Toman huellas dactilares del coche. Apuntan minuciosamente todo lo que les contamos en una libreta de detective. >>seguir leyendo

California Dreams. Klamath River

Seguimos el tortuoso camino del río Klamath. Horas y horas de conducción entre bosques de coníferas. Vamos por una carretera bien pavimentada, con muy poco tráfico. Bosques silenciosos. En el interior de la foresta enseguida prosperan las sombras. Flota en el ambiente el aroma de los pioneros. Osos y tramperos. Granjas de mala muerte cobijadas entre el espesor de los abetos.

Nos han recomendado evitar esta carretera. Había otras dos posibilidades. Ir hacia la costa por Redding, siguiendo la autovía. La otra, al norte, atravesando el Grand Pass y después cayendo a Crecent City. Allí se erige un presidio de cierta solera. Deben de encerrar a tipos como Hannibal Lecter. Por las calles merodean yonkis con la condicional. Sin embargo a mi me apetecía estar a un lugar llamado Pelican Bay y entrar en el Estado de Oregon. Una solución de compromiso es esta de seguir el Klamath. Al menos evitaremos los caminos architrillados. >>seguir leyendo

California Dreams. Mt. Shasta

Aparece Mount Shasta en el horizonte y se diluye esa atmósfera de infortunio que nos rodeaba. Han sido varias horas de conducción por la interestatal. Aprendiendo a moverse por un nuevo terreno. Las gasolineras. Los restaurantes de carretera. Los límites de velocidad.

Mount Shasta es un volcán de 4.300 metros. Al lado tiene al Shastina, con un cráter menos conspicuo, asentado sobre una plataforma, lo que sugiere una explosión en el pasado que se llevó por delante al edificio original.

Mount Shasta es también el nombre del pueblecito situado al pie del volcán. Nos perdemos unas cuantas veces y por fin damos con una caseta de información. Encontramos un camping junto al lago Siskiyou. Recorremos carreteras secundarias. Vamos despacio, dudando en cada cruce, censando los comercios y servicios que hay. Pasar de ese estado acomplejado, en el que todo impone, a saludar a la gente con cierta familiaridad y saber dónde están las cosas es muy gratificante. El proceso nos lleva menos de una semana. >>seguir leyendo

California Dreams. Encuentros en la tercera fase

El motel pertenece a una cadena. No sé si es garantía de algo. Pero es confortable. En el desayuno disfruto con esas pequeñas cosas que parecen formar parte del american way of life. Cafetazos que se pueden rellenar hasta la saciedad. Chocolatinas. Unidades individuales de cereales. Bajan unos tipos y empiezan a sacar hielo de una máquina y a cubrir las cocacolas de una neverita. Sí, el hielo es algo esencial en USA.

Luego llega otro con una bolsa en la que perfectamente puede haber una recortada. Coge un plátano y se va. Con sus gafas de aviador. Un tipo fibroso. Que no dice nada a nadie. Probablemente sea un asesino en serie que va a hacer su trabajo. Todo el mundo tiene derecho a trabajar. Todo el mundo tiene su oportunidad aquí en América. >>seguir leyendo

California Dreams. Toby & Co.

En América se produce un robo cada 11 segundos, un robo armado cada 65 segundos, un delito con violencia cada 25 segundos, un asesinato cada 24 minutos y 250 violaciones al día. Decía la voz en off de ‘Cobra’. Para posteriormente disparar al espectador a bocajarro. Esas palabras me llevaban acompañando años. Es la entradilla de una película comercial, violenta, en la que lo buenos se deshacen a tiros de los malos.

No es el mejor cine. Pero a mis hermanos y a mí nos gustaba memorizar frases sueltas de ésta y otras películas para luego colocarlas en situaciones comunes. Habíamos grabado en cintas VHS una selección, de lo que iban echando en la tele, que veíamos una y otra vez. Comando, Superdetective en Hollywood, Cocodrilo Dundee, la saga de Rocky. Cosas así. >>seguir leyendo

Los cedrales de Azrou

Desde la ventanilla del coche de alquiler se ven improvisados partidos de fútbol. Se ve cómo la agricultura se adueña de los bosques. Se ven controles de velocidad y aves esteparias ajenas a los desmanes del ser humano.

La autovía llega hasta Rabat y sigue hasta el sur. Hasta Agadir. Es el camino para aquellas incursiones que tienen como objetivo encontrar especies raras. Hay otra autovía que va hasta Meknes. Aunque esta es de menor rango. La gente cruza aquí y allá. De vez en cuando hay una rotonda. Hasta Azrou, al sur de Meknes, no se tarda mucho más, aunque esta es ya una carretera de doble sentido. >>seguir leyendo