Archivo de la categoría: Relatos

Relatos variados, introspectivos, historias basadas en hechos que ya no sé si son reales

La balsa del Sapo (IV)

La obsesión por publicar y acrecentar los méritos curriculares de cara a obtener una supuesta plaza de investigador científico me había poseído.

La última moda era una cosa que se llamaba ‘H’. Empezaba a ser más importante que el propio pH de la sangre. Me llevó un tiempo entender qué diantres era H. Una cosa tan aséptica y muda. Tan poco conmovedora.

Era un índice que mejoraba al anterior, que simplemente era el número de artículos que uno tenía publicados en revistas ISI. Es decir, revistas reconocidas internacionalmente como garantes de que el artículo era aceptado por la comunidad científica. >>seguir leyendo

La balsa del Sapo (III)

‘¡Mirá que horas son! A algún sitio habrá que ir a comer. Güntz tiene prisa por rodar’.

Dijo Felisón gritando, que era su manera habitual de hablar.

Y en efecto Güntz (que digo yo que para definir un personaje alemán no viene mal ponerle al nombre una diéresis y una zeta) estaba con cara de perro, harto de escribir en su cuaderno paridas para el rodaje, mascullando alemanadas a Frodo. Este hacía por calmarle mientras a mí me sonreía beatíficamente, con esa sonrisa bobalicona de hobbit feliz. Mientras, el cámara había aprovechado el impasse para liarse otro cigarrito. >>seguir leyendo

La balsa del Sapo (II)

Así que la cuenta atrás de la bomba activada en aquella remota y plácida mañana de febrero había llegado a cero.

Era mayo, hacía más calor, y cuando bajé al vestíbulo para recibir a mis visitantes me llamó la atención un tipo desgreñado, con unas sandalias de predicador que dejaban ver unos uñones de águila que daban miedo. Me imaginé que sería el fontanero o un repartidor de váteres y por eso cuando amablemente tendí la mano a los flácidos alemanotes y les saludé en mi mejor inglés me sorprendió la voz atronadora del supuesto repartidor de chistorras. ‘Ehhhh, ¿y para qué estoy yo aquí?’ >>seguir leyendo

La balsa del Sapo (I)

En colaboración con mi buen amigo Alfonso Girón hemos pergeñado este relato basado en hechos veraces. Alfon ya participó en ‘Días de nada y rosas’ aportando una galería de dibujos que después adaptó Jasten Fröjen. A veces me da no se qué pedirle dibujos porque no sé si el texto está a la altura de su arte. A ver qué os parece. Va en varias dosis, para no cansaros.

‘Y entonces, ¿para qué estoy yo aquí?’ quiso saber el grandullón aquel, con su piel coriácea, de tortuga, resquebrajada por el sol de la provincia. >>seguir leyendo

La velocidad de la luz, de JAVIER CERCAS

Quise creer que nos veríamos al día siguiente. Con diez años de menos me hubiese sorprendido la ausencia de su llamada. Incluso me lo hubiese tomado a mal. Tomamos unas cervezas la tarde anterior. Después de varios años de saber el uno del otro. De saber que los dos escribíamos y nos gustaba la literatura. Fue un encuentro distendido. Aunque con diez años de menos me hubiese preocupado contestar ‘no’ a tantas preguntas: ¿Has leído a Rilke? ¿Y a Goethe? Habrás ido a la exposición de Hopper. >>seguir leyendo

e-book

Después de unas cuantas malas decisiones, unas cuantas indecisiones, largos ratos de documentación y una dosis de suerte la versión e-book de Días de nada y rosas está en Amazon.

Al poco de terminar el proceso de envío encontré un blog en el que se describían muy bien los pasos a seguir para poner un libro en la red y en el que se decía algo que me pareció muy cierto: “Lo primero que voy a decir es que publicar un libro en Amazon lleva bastante trabajo.”

Partiendo de este consejo el resto de información que da el autor del blog es muy útil y precisa. Podría pensar que vaya casualidad, justo después de haberme enredado y perdido tantas veces ahora encuentro la receta. Sin embargo me parece que la explicación es otra. Era como en las clases de matemáticas o física, o cualquier otra materia que requiriese resolver problemas. El consejo del profesor era siempre el mismo: intenta hacerlo, no te limites a copiar la solución. No es lo mismo haberte enfrentado al problema, haberle buscado las vueltas aunque se hierre una y otra vez, que copiar, sin prestar atención, lo que pone en la pizarra. Verdaderamente se aprendía aunque no se hubiese sabido resolver el problema. >>seguir leyendo

El patio de tu casa

En otoño ya han empezado las clases. La algarabía de los niños puede escucharse en los barrios solo durante algunas horas. Las que van desde la salida de los colegios hasta que se va la luz.

El otoño avanza, y ese espacio de asueto se va reduciendo.

Los patios guardan esos gritos. Las disputas. Los brotes de entusiasmo. Antes de la merienda. Se improvisan porterías. Se extienden cuerdas. Se arrinconan las pesadas mochilas, colmadas de libros y tareas.

Se pacta, se acuerda, se prometen fidelidades. Se jerarquiza. >>seguir leyendo

Anzuelos en el océano

Los pescadores van ocupando la línea de costa según declina el día. Allí plantan sus cañas y ven pasar el tiempo. Llevan cajas de herramientas que han adaptado a su afición favorita. Tan favorita que casi es más que una afición. Pero que no llega a ser una profesión porque entonces se corrompería.

Una afición debe llegar a ser el leitmotiv de la vida de uno, al menos durante un tiempo. Aunque, por su esencia, no puede llegar a convertirse en una ocupación laboral. En ese caso la afición se arruina y hay que buscar otra. Se deja de disfrutar para cumplir con los compromisos y acuerdos laborales. Con las vacaciones, los puentes. Se empieza a esquivar su realización. Pierde frescura y aparecen las preocupaciones. Esto lo cuenta muy bien G.K. Chesterton en su autobiografía, en uno de los primeros capítulos. >>seguir leyendo

Maneras de leer (II). Hilos de lecturas

Tomemos por caso a Zweig. Empezamos con su magnífico libro El mundo de ayer. Es un libro de historia del siglo XX, contado de forma amena, dando el punto de vista de un vienés que crece en el rigor prusiano y es capaz de saborear los distintos logros de la cultura europea. Zweig nos muestra el máximo esplendor de Europa. Y después su derrumbamiento. Nos engancha su manera de contar las cosas. Quiero otro Zweig. Lo necesito. Ya tengo el primero hilo del que tirar. Entonces leo Momentos estelares de la humanidad. Y puede que me dé por seguir leyendo historia. Empieza a formarse el segundo hilo. Ese es un hilo que puede bifurcarse en varios. Hay lecturas sobre la historia de España, que a su vez se fragmentan. Imperial Spain retrata la creación del Imperio Español de una forma magistral. Me gusta especialmente el colonialismo. Y en ese campo destaca Naipaul. Otro hilo. Naipaul que es de origen indio pero nace en Trinidad, en las indias occidentales. Y su obra tiene siempre de telón de fondo, cuando no en primer plano, las consecuencias de la colonización. >>seguir leyendo

Samuel el peluquero

Encontrar un buen peluquero no es fácil. No me refiero a estilismos. Alguien que sea fiable. Que no pregunte. Que te corte el pelo siempre de la misma manera. Y no te deje hecho un cristo.

A mí me llevó más de un año dar con uno en condiciones.

Me había trasladado de ciudad y estaba desorientado. Fui localizando los mercadonas, dónde jugar al squash y la única librería del lugar. Solo me quedaba el asunto de la peluquería para cerrar todos los asuntos esenciales.

Al principio retrasaba todo lo posible el corte y cuando volvía de visita a la gran ciudad iba a mi peluquero de cabecera. Pero esa estrategia no podía durar mucho. Mis visitas se espaciaban más y más y el pelo crecía al mismo ritmo. Con el calor me picaba la cabeza y no podía estar todo el día rascándome. Parecía un perro con pulgas. >>seguir leyendo