Con ganas de Norte. Candeleda

En Gredos empieza el norte. El escalón que separa las dos mesetas es una frontera innegable. Asalté a pie esa muralla hace años. Puede que ya demasiados años, aunque uno, al recordar, consideré que fue ayer, que no hace tanto, que aún es joven, que no tiene la edad que tiene.

Salí caminando desde Guisando, lejos entonces de saber que los Toros de Guisando estarían presentes en un episodio clave de mi existencia: articulaban los Judíos, moros y cristianos de Cela, libro que me llevé a Bahía Negra y que me ayudaría a evadirme de la soledad y el desamparo, evocando las polvorientas tierras castellanas. >>seguir leyendo

De la Sierra do Caurel a Usera

Como siempre que estoy por Madrid me encuentro con repentinas bolsas de tiempo que me pillan desprevenido. Un cambio de horario en una cita. Malentendidos. Cálculo defectuoso del tiempo que se tarda en ir de un sitio a otro.
A veces no hacer nada está bien. Cuando tienes delante las quebrada costa de los Escullos, o un paisaje de montaña. Son situaciones en las que contemplar. Sin embargo, en medio de una ciudad, en un barrio desconocido, junto a una salida de metro infestada de orines, chicles milenarios pegados al suelo y un remolino de porquería, lo único que se me ocurre es buscar un sitio en el que escribir algo.
Ese sitio es un bar de toda la vida. Uno de mala muerte propio de Carvallo. Con carteles anunciando mollejas de cordero y fritura de chopitos. Unos carteles grasientos a juego con lo que pregonan y con las servilletas arrugadas que pueblan el pie de la barra. Un bar que de alguna manera sobrevive a la expansión china en el barrio de Usera. Con tertulianos que juegan con el palillo en la comisura de los labios, mientras dan cuenta de los mismos tópicos de siempre aunque con distintos protagonistas. En lugar de Santillana Ronaldo. Y en lugar de Luis Aragonés Koke. >>seguir leyendo

Aquí Bahía

Ver video ideado y producido por Render Emotion

«Aquí Bahía, aquí Bahía, cambio». Estas eran las palabras con las que encabezaba el parte de guerra: dar cuenta de los progresos, acuerdos y acciones llevados a cabo durante la jornada. Si tras un par de días no había señales de vida es que algo había pasado. Y, en efecto, pasaron muchas cosas. Algunas de ellas difíciles de creer. Durante muchos años traté de sacar aquellas historias a flote. Hasta que di con el hilo conductor que me permitió enhebrar en formato ficción lo que aconteció aquel verano del 96. >>seguir leyendo

La vida flotante

Los libros van llenando cajas. El rótulo apresurado pretende guardar rastro de un orden que ya pertenece a otra vida. En la N-P estarán Naipaul, Pessoa, Nabokov, Orwell. Las cajas, apiladas unas sobre otras, ocultarán esas etiquetas.

Cuando los libros vuelvan a ver la luz será como Paul Auster en The red note book. Estará en una casa casi vacía. Sin muebles. Con un rúter y cables atravesando la estancia. Sacará libros que amontonará en pilas, revolviéndolos un poco más. Se juntarán los que estaban en las cajas A-B (el propio Auster, Asimov, Baroja, Bukowski) con los de la W-Z (Zweig, Yourcenar, Winslow). >>seguir leyendo

Revista Quercus: Reseña Altitud en vena, por Américo Cerqueira

Como venía diciendo uno decide empezar a lanzar botellitas al mar con mensajitos dentro. O a tirar semillas por todo tipo de terrenos. O a echar la caña de pescar en el océano.

Y casi nunca pasa nada. Hasta que pasa.

Me topo con una reseña de Altitud en vena en el Rincón del Librero, una sección de la revista Quercus para dar a conocer novedades literarias.

Resulta que ese libro es mío, y lo ponen por las nubes.

Entonces uno decide, instantáneamente, que va a seguir haciendo lo que le gusta. Lanzar botellitas al mar, sembrar secuoyas en el desierto, decirle a esa chica imposible que te gusta, tirar la caña al océano. >>seguir leyendo

Comando Kaldera

El texto de esta entrada no es mío, ha sido escrito por Isaac Ortega Góngora. 

El pandilla cuatro por cuatro de mi hermano va cargado hasta las trancas de Aquarius, Powerade, mochilas, piolets, botas y demás material de montaña.

El viaje hasta Trevélez es muy ameno y no paramos de reír. Es un día primaveral y vamos apurando las curvas; cuanto antes lleguemos al refugio más podremos descansar. Entramos en reserva hace ya un rato y necesitamos una gasolinera.

Preguntamos a un lugareño, que no da dos opciones para repostar. La más cercana queda a trece kilómetros de curvas y la otra a veinte. Nos insinúa que él no echaría en la de Pórtugos. No quiere explicar porqué. Es viernes trece y la misión empieza bien. >>seguir leyendo

Auxiliar de vuelo

Nada es lo que parece. Y menos en un vuelo transoceánico. Treinta mil pies por encima del mar. Treinta mil. Ponlos en fila. Con una cabina presurizada a ochocientos milibares, esto es, la presión equivalente a una altura de 2300 msnm.

Todo es irreal. El dispendio de vasitos de plástico, de cucharitas, toallitas, etceterita, que van a la basura casi sin utilizar. Los pasajeros parecen una especie de marqueses en cuidados intensivos. Te tragas todas las películas que no has visto en un año. Arramblas con chocolatinas y sobrecitos de sal y pimienta. Como si no existiese el mañana. >>seguir leyendo

El buscador de gatos

(Entrada originalmente publicada en Naukas)

Harmusch es un grupo de gente variopinta, con gustos comunes por la naturaleza en todas sus expresiones. Su radio de acción abarca varios continentes y ecosistemas. Desde las montañas del Himalaya hasta el desierto del Sahara, pasando, como no, por nuestro monte mediterráneo y las selvas tropicales.

Mezclando personajes y lugares podemos dar a conocer buena parte de nuestras actividades y propósitos. En las selvas de Borneo, a miles de kilómetros de nuestra sede, transcurre la siguiente historia. Más concretamente en el norte de la isla, en la Reserva Forestal de Deramakot, un ejemplo de explotación sostenible. >>seguir leyendo

Noches en el desierto

Cuando conocí a Luis mi vida cambió. Hasta entonces yo dormía en el suelo. Me daba pereza montar la tienda. Y la mañana siguiente, con el frío, plegarla y enrollarla. Con esa humedad del desierto. La arena pegada. Buf. Ni pensarlo. Mejor vivaquear. Viendo las estrellas, fumándome una pipa. Estaba el inconveniente de la arena, que cuando sopla el viento se convierte en un improvisado peeling de lo más efectivo.
Gerardo y Javi tenían razones más prácticas que yo para dormir en el suelo. Caminan de noche. Llegan a las tantas y se vuelven a levantar antes del amanecer. Con ese trasiego la tienda es un engorro. Prefieren echar el saco sobre el pedregal, o el mullido fondo de un oued. En una de esas Gerardo vivió una intensa experiencia soportando una tormenta de arena. Durante horas aguantó en posición fetal los furiosos embates del vendaval. Con suerte en este viaje podría probarlo.
Pero como digo mi vida cambió cuando conocí a Luis, un herpetólogo ─estudioso de los herpetos: reptiles (y por extensión anfibios) ─ que formaba parte del Grupo Salvaje. >>seguir leyendo

Hombres domésticos

En su cuaderno Mórtimer copia el siguiente texto. Lo ha encontrado en una novela de Patrick Deville que se llama Peste y Cólera. Dice así: «Hay un momento en que el nómada interrumpe su carrera y se hace sedentario, el cazador-recolector se vuelve ganadero o agricultor. Abel o Caín. Yersin pensó seguramente que había llegado su turno. O quizá enuncia un nuevo principio de Haeckel, según el cual en el curso de su vida repite aceleradamente la historia de la Humanidad».

Peste y Cólera es la biografía novelada de Yersin, un joven aficionado a la entomología, admirador del explorador y sabio Livingstone. Entre otros logros descubrió el bacilo de la peste y fue el inventor de la vacuna para vencerla. Deja de lado un puesto de investigador en el Instituto Pasteur para llevar una vida de aventuras en el sureste asiático. Cansado de dar bandazos finalmente preferirá aislarse en un rincón de la selva, lejos del ruido de la fama. >>seguir leyendo

El blog del escritor J.M. Valderrama donde podrás comprar sus libros Días de nada y rosas, Altitud en vena y Aquí Bahía.