Somos animales coleccionistas. Hay otras especies que también se dedican a juntar objetos con características similares, como las urracas, que llevan a sus nidos objetos brillantes. Nos gusta, y a veces nos obsesiona, poner en un mismo espacio (álbum, estantería, cajón) cosas que reúnen características comunes: cromos, minerales, relojes, plumas, dedales; sellos y monedas, por supuesto. Hay quien colecciona amantes o libros raros. Hay quien se puede permitir coleccionar coches (no a escala, que también, sino reales) y otros, como el Marqués de Leguineche (La escopeta nacional), guardaba celosamente en tubos de ensayo pelos del coño (la depilación láser hubiese sido funesta para sus propósitos).
El Limbo en el limbo
Hace unos años -prefiero no ahondar en el tiempo que ha transcurrido- empecé a escribir un texto que poco a poco fue ganando envergadura. Rebasado cierto número de páginas, creí vislumbrar la posibilidad de llegar más allá de un relato. ¿Podría por fin desembarcar en el territorio por excelencia del escritor: la novela?
Parecía como si todo lo anterior no fuesen más que vanos intentos circunscritos a géneros menores: cuentos, literatura de viajes o divulgación científica. Es decir, que solo había sido capaz de generar algunas piezas que, en su mejor crítica, merodeaban alrededor de la verdadera literatura. (Nota a pie de página, ¿qué es la verdadera literatura?).
Mundo niños
La construcción narrativa tiene varios propósitos. Evadirnos y entretenernos puede ser uno de los que se nos ocurran intuitivamente. Hay otro, sin embargo, que a mí me resulta mucho más atractivo, y es la contribución del relato de los hechos a la paz mental. Somos animales en busca de sentido.
Conseguir que una explicación capture y sintetice parte de la confusa y ramificada realidad es esencial para entender determinadas situaciones creadas por el zarandeo que nos produce la vida.
Esta faceta de la literatura no persigue establecer una verdad, si no un relato coherente que hilvane los hechos dispersos. De esta forma se entronca en lo que Nassim Nicholas Taleb denominó la Falacia Narrativa.
El Foro de la Economía del Agua
Hace un par de años, Gonzalo Delacámara, colega de mis tiempos en el Ministerio de Medioambiente, cuando me dedicaba a temas del agua, la Directiva Marco y me afanaba en ganarme la vida como consultor medioambiental, me puso encima de la mesa una interesante propuesta. Estaba coordinando un libro que buscaba sentar las bases sobre la economía del agua. Este es uno de esos campos tan necesarios como difíciles de explicar y consolidar, pero es justo el tipo de iniciativas que necesitamos.
¿Por qué? Porque de una vez por todas tenemos que darnos cuenta de que la única solución posible para que los recursos naturales de este planeta perduren y nosotros tengamos alguna posibilidad de estar vivos y ser felices, pasa por conciliar economía y ecología.
La vida fragmentada
Como punto de partida, una imagen me resulta sumamente útil para ponerme a escribir. Veo un jarrón de la Dinastía Ming que cae al suelo y se hace pedazos. Quedan esparcidos y tras el estruendo y la angustia de los primeros instantes contemplo el alcance del desastre. Deben quedar pocos jarrones de la Dinastía Ming. Todo el mundo conoce a alguien que ha roto un jarrón de la Dinastía Ming.
La analogía es sencilla. El jarrón es mi vida antes de ser padre. Los fragmentos la vida posterior. En medio el frenesí.
Aguas heladas, aguas profundas
La estrategia es salir muy temprano y parar a desayunar cuando el hambre golpea de verdad. Así, a primera hora de la mañana, ya has recorrido medio camino y te encuentras en una gasolinera rodeada de girasoles a media asta, en una mesa solitaria, observando el devenir de los coches que paran a repostar y las conversaciones más o menos previsibles de una clientela variada: los tipos trajeados que van a hacer negocios, la familia hastiada, a móvil por cabeza, el comercial con prisa que se toma el café de un sorbo.
Seguir escribiendo
Empecé a leer uno de los libros de la estantería reservada para las novedades literarias, el lugar que ocupan durante un tiempo antes de encontrar su posición definitiva de acuerdo al apellido del autor. Últimamente leo poco. Últimamente se refiere a los dos últimos años, casi la edad de Julia. La crianza se llevó por delante buenas costumbres, como el squash, el deporte en general, la lectura, el cine, el Clasijazz, el club de montaña…, en fin, que os voy a contar a los que ya habéis pasado por el trance o estáis en ello.
Nota de amor, de admiración
Empeños condenados al fracaso que reverberan en ese personaje narcisista obstinado en abrazar la nostalgia del pasado. Ajeno, absurdamente ajeno, al maravilloso presente que le envuelve con un cariño y una paciencia propia de la acogedora costa que recibe a un náufrago desabrigado y hambriento.
Acostumbrada a los temporales, eres sabia en el manejo de los despropósitos y las injusticias que reparte la vida de la manera más azarosa que uno pueda imaginar. Sin un ápice de cordura al que aferrarse.
Como no quererte, como no volver a intentar epístolas aunque estén condenadas a arder de vergüenza en la llama de mis incoherencias, como no apostarlo todo, sin dudarlo, a la mujer más bondadosa que, en lugar de esgrimir palabras, pregonar principios, dedica todo su tiempo a consolidar mediante hechos, actos tangibles, una forma de ser. Amar y curar, esas son tus señas de identidad.
Como no quererte siempre.
Sí, ya sé que el modelo está mal
Llevo veinte años haciendo modelos de simulación dinámica. Se trata de formular sistemas de ecuaciones diferenciales que representan la variación en el tiempo de determinadas variables, como puede ser el nivel de un acuífero, el espesor de suelo fértil o el número de animales que vive en un territorio (por citar algunas con las que he trabajado). Hablo, por tanto, de modelos que generan trayectorias temporales.
Modelar consiste en seleccionar aquellas variables y procesos que resultan esenciales para explicar el comportamiento del sistema que se está estudiando. Ello obliga, ineludiblemente, a descartar ciertas variables y a prescindir de ciertos procesos. Hay autores que aseguran que hacer modelos matemáticos es un arte. Esa afirmación la encuentro un poco exagerada pero denota pasión por los modelos matemáticos, algo, es cierto, que no parece muy congruente. Me refiero a eso de poner en un mismo contexto pasión y ecuaciones diferenciales.
La investigación científica en España: estancamiento permanente
El crecimiento exponencial es una de esas ecuaciones que goza de visibilidad en los medios. Algo tan sencillo como dN/dt= r N (cuya integración resulta en N = ert) se utiliza para ilustrar el comportamiento de diversos fenómenos. En muchas ocasiones se trae a colación con propósitos admonitorios, advirtiendo de la catástrofe que nos espera tras el incremento desbocado de ciertas variables. Así, las emisiones de gases con efecto invernadero o la población mundial, muestran esa preocupante evolución.